Entrevista Marcelo Viñar

por Daniel Senos (Sociedade Brasileira de Psicanálise do Rio de Janeiro), Tiago Mussi (Sociedade Brasileira de Psicanálise do Rio de Janeiro), Alejandra Giraldez (Asociación Psicoanalítica de Córdoba), Lorena Polo (Sociedad Psicoanalítica de México), Soledad Sosa (Asociación Psicoanalítica del Uruguay) y Veronica Vigliano (Asociación Psicoanalítica de Córdoba)

La historización es parte del quehacer cotidiano del analista, el pasado, el presente y futuro convergen en el diálogo que establecemos no solo con nuestros pacientes, sino también con la teoría y técnica psicoanalítica, atravesados por el momento histórico en el que nos tocó vivir. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Por qué pensamos lo que pensamos? Ciertamente el Psicoanálisis en América Latina ha sido heredero de la migración del siglo XX, producto de las guerras mundiales y que, con el paso de las décadas ha desarrollado su propia identidad.

Consecuentes con nuestra tarea de historizar, en esta columna se presentarán las líneas de pensamiento heredadas por los pensadores que precedieron y después fundaron el Psicoanálisis en Uruguay, así como los cuestionamientos internos que les sirvieron para generar cambios, fortalecerse como grupo y reconectar lo que sentían desconectado.

El lenguaje, que intenta representar el mundo y el vivenciar del sujeto, es el instrumento que tenemos para apalabrar el conocimiento de nuestro oficio y de nuestra historia, por ende esta columna fungirá como un guardián de nuestras palabras, nuestras reflexiones y de nuestras experiencias como Psicoanalistas en América Latina.

Después de esta breve presentación, invitamos a Marcelo Viñar y Leopold Nosek, que fueron presidentes de FEPAL, a responder a una entrevista sobre la temática de la columna. Creemos que será una rica oportunidad para la comunidad psicoanalítica de América Latina contar con los testimonios acerca de la experiencia histórica en nuestro continente, teniendo en cuenta el largo recorrido y reconocimiento que poseen.

Iniciamos con Marcelo Viñar

Marcelo Viñar

1) El psicoanálisis en nuestro continente fue construido desde una base conceptual científica europea. ¿Cuál es su visión histórica sobre el movimiento psicoanalítico en América Latina? ¿Percibe algún impacto del contexto latinoamericano en las instituciones psicoanalíticas y en sus institutos de formación? ¿Nos podría hablar de eso?

La institución analítica fundada sobre el descubrimiento freudiano se expandió capilarmente por Europa occidental durante 4 décadas, antes de cruzar el Atlántico Sur. La causa de este movimiento es el acenso del nacismo. Pero la razón fundamental es que encontró en el Río de la Plata un grupo de entusiastas – apasionados hasta el enamoramiento (o delirio) – que montado en las lógicas del racionalismo occidental transformó la pregunta del quiénes somos, de dónde venimos, porqué sufrimos, en el vector central de su reflexión. Descubrimiento del inconsciente, lo que más tarde Laplanche llamará el sujeto interrogador y autoteorizante de la modernidad sólida.

Los pioneros Pichon-Riviere, Aberasturi, Marie Langer (que llegó como lavandera a las costas del Río Uruguay) y Angel Garma fueron un caldo de cultivo fértil para una expansión rápida y exitosa. Hablo desde una perspectiva rioplatense, dejo para Leo una mirada más continental.

2) ¿Cuáles son las repercusiones que los regímenes totalitarios tuvieron en la transmisión de la praxis psicoanalítica en América Latina? ¿Existe alguna especificidad en función de su contexto sociocultural?

Si el acta de nacimiento del Psicoanálisis es la Viena del 900, la Segunda Guerra Mundial traslada la “Meca” a Londres, donde el inglés se hace la lengua oficial. Nacimos pues como colonia del United Kingdom y en un estilo de verticalidad monárquica que estaba condenado al derrumbe. La historia de los 7 anillos y las actas secretas del Board son reliquias increíbles que recuerdo como prueba de esa verticalidad.

La anglofonía y las certezas del Kleinismo fue el huracán que dominó las primeras décadas de los grupos que nacían en este lejano Sur, como buenas sucursales de un saber central. La fuente de saber estaba en Londres y allí abrevaban nuestros pioneros.  Las suculentas intuiciones de Klein (y su escuela) sobre el primer año de vida mental ocuparon nuestros divanes, supervisiones y seminarios, como saber de vanguardia, que operaban en la certeza y relegaban el legado freudiano a un segundo plano con sus múltiples vértices y vectores y su complejidad.

A los 18 años – en la mayoría de edad del grupo fundador – W. Baranger sentenció: “No vamos a tirar a la vieja (MK) por la borda, pero es tiempo de explorar nuevos horizontes”. 

Desde mi lectura de joven en formación la secuencia de los Manoni/S.Leclaire/ A.Green/Piera Aulagnier, visitando Argentina y Uruguay fue una secuencia que también dejó hondas marcas con respecto a la “base conceptual y científica” que nos imponía el Kleinismo y dio lugar a la Prioridad del Otro y a las zonas de incertidumbre y de La Otra Escena, inaccesible pero eficaz. También los pioneros locales  -Baranger, Bleger, Langer- habían crecido y  traían originales aportes al Psicoanálisis y marcaban la zaga de generaciones. El escenario presencial -más allá de la lectura- es relevante en la transición del Psicoanálisis.

Más allá del aporte teórico, la maduración del grupo definió el perfil de nuestras instituciones. El didacta tenía entonces -en el modelo Eitingon- el monopolio del saber y del poder y era omnisapiente para promover o destituir a sus candidatos, concentrando las tareas de enseñar, supervisar y analizar candidatos. Los ejercía con las virtudes y defectos de toda transmisión, los excesos de verticalidad perturbaban el análisis de la transferencia hostil.

Con las décadas de crecimiento y maduración, el malestar condujo a la realización de sucesivas asambleas donde participaron horizontalmente desde prestigiosos didactas hasta nóveles candidatos para interrogar el modelo Eitingon. La influencia del cogobierno universitario sancionado en 1958 fue determinante.   Muchos argumentaron nuestra expulsión de la API y que quedaríamos  a merced del poder médico-psiquiátrico, que nos devoraría como auxiliares del médico. Ni una ni otra cosa ocurrió.

Como resultado de esta elaboración colectiva,  los 2 rasgos más importantes de lo decidido entonces  (que décadas después se llamó en la IPA el Modelo Uruguayo) los intento resumir a continuación:

a) la separación del análisis personal de la escena institucional (salvo establecer un mínimo de tiempo de análisis personal precediendo el comienzo de seminarios y supervisiones.) A partir de estos, el progreso del candidato en formación estaba a cargo de docentes y supervisores.

b) El reemplazo de la figura del Didacta por la creación de los Grupos de Funciones Didácticas (Grupo de Docentes, Grupo de Supervisores y Grupo de Analistas “interesados” en analizar el síntoma de “quiero ser psicoanalista”).

No es una autoridad la que nombra y reconoce a los postulantes sino que estos se auto-proponían y aceptaban la condición de asistir a una reunión mensual donde el grupo de pares podía criticar, comentar o cuestionar las posturas de cada miembro. Este reemplazo de una autarquía que puede fomentar la megalomanía narcisista, por un grupo de pares donde cada quién podía criticar y ser criticado dio frutos creativos y tuvo algunos momentos tediosos o amargos, pero me parece la arista más fecunda del modelo. El grupo inicial de pares tiene la potestad de aceptar o rechazar nuevas postulaciones.

El debate fue tenso, muchos temían la expulsión de la API por herejía, otros reivindicaban la autonomía local. Recorrer las virtudes y defectos de un colegiado respecto a la autarquía individual de actores es un debate siempre candente, que desborda el territorio de la institución psicoanalítica y concierne al debate o desvanecimiento del funcionamiento democrático.

3) ¿Cuáles serían las particularidades clínicas del tratamiento psicoanalítico de personas que sufrieron mecanismos represivos en regímenes dictatoriales (guerra, violencia, inmigración)? ¿Piensa que existe un encuadre específico para lidiar con traumatismos tan severos como la tortura?

Lo específico de los traumas históricos (guerra, genocidio, exilio y tortura) es que no solo padecen de conflictos internos, sino que fueron afectados por un lazo social aberrante, que los excluyó y destituyó de la condición humana y atravesaron la condición de ser basura en medio de congéneres que preservaban el privilegio de estar vivos y que podían disponer de ellos para dejarlos subsistir o desaparecerlos (ver Antelme, Levi y Amery y otros autores del Universo Concentracionario).  Etiquetarlos como víctimas es retraumatizarlos. Por eso mi desacuerdo con la medicalización del tema, en el PTSD o la resiliencia. La pareja terapéutica, más allá de la comunidad que los acoge, debe promover vínculos de reciprocidad para restablecer la confianza de pertenecer a la especie. Devolverles el derecho de estar vivos y ser ellos mismos y no vivir con el dudoso privilegio de ser víctimas (Remito a mis textos “El Enigma del Trauma Extremo” y “Exilio Desexilio en Calibán” (el Mal). La especificidad de la tortura como trauma”. (IJP, Red APA, Revue Française).

4) ¿Cuáles son los impasses del psicoanálisis contemporáneo? ¿Qué es lo que el psicoanálisis puede ofrecer a la sociedad actualmente?

El pluralismo teórico y las características del sujeto singular y/o colectivo de la modernidad líquida me parecen zonas privilegiadas para el debate del movimiento psicoanalítico en el siglo XXI. Las cuatro/cinco sesiones semanales son impracticables en las megalópolis de hoy.

En una cultura de la imagen, de lo efímero y del vértigo, nuestra práctica es un anacronismo imprescindible. A. Green propone -yo adhiero- distinguir el paradigma clásico del paradigma del acto y del cuerpo, que se presentan como un escudo a la perlaboración por la palabra.

Antaño la cientificidad de un quehacer se sostenía en la pureza de la definición de un método y un objeto, en nuestro caso: el inconsciente freudiano. Hoy podemos estar seguros de la especificidad original de nuestra escucha, para abrir nuestro quehacer a paradigmas complejos y multicausales,  la reducción de la frecuencia semanal obliga a revisar los efectos – benéficos o patógenos – de la regresión en transferencia.

5) El próximo Congreso de Fepal 2020 tendrá como tema “Fronteras”. ¿Desde qué punto de vista abordaría las fronteras psicoanalíticas?

Lo abordaría tomado en cuenta el diálogo interdisciplinario con pensadores contemporáneos. Este diálogo, puede darnos claves para definir las fronteras del fantasma, como híbrido entre sistemas. La causalidad fantasmática es un vector esencial pero no exclusivo en la construcción del sujeto humano. Esta frontera, sus impasses y aperturas son los desafíos para discernir los bordes del conflicto psíquico y realidad social.

Para el abordaje de las fronteras psicoanalíticas destacaría otra arista: el psicoanálisis “exportado” o extramuros que la institución analítica ha llevado a cabo en nuestra región, la más inequitativa del planeta, el cual reviste una gran importancia. Las tareas que en las socialdemocracias europeas están a cargo del gobierno o la universidad han sido asumidos por la institución analítica. Si bien en esas acciones no rige “el oro puro de la experiencia” freudiana, las acciones en la frontera, enriquecen a la sociedad y al psicoanálisis.

Foto cubierta: Rio de la Plata – NASA – Visible Earth

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