Entrevista con Alejandro Beltrán

Alejandro Beltrán es el actual presidente de la Sociedad Psicoanalítica de México. Tiene una amplia experiencia en la clínica con niños y adolescentes.

1. ¿Cómo piensa al psicoanálisis en épocas de crisis? ¿Cuáles son las particularidades en la formación de analistas en el momento actual?

Hay cierta melancolía por aquella época en que el psicoanálisis fue la disciplina de referencia para entender el devenir psíquico e intersubjetivo. Como es lógico la exaltación maniaca de nuestra profesión -“seguimos siendo el centro institucional para pensar lo humano”- o la ilusión de una restitución reparatoria -“regresaremos a ocupar ese lugar de privilegio que nos fue sustraído”-, dificultan e incluso impiden en algunos casos entender que el origen del psicoanálisis fue la crisis de una propuesta civilizatoria -la modernidad- y que ese punto de origen nos otorga una plataforma de observación fundamental para entender la crisis contemporánea. Somos hijos de la crisis del proyecto civilizatorio de la modernidad y el momento actual es la exaltación radical, la manifestación contemporánea de esa fractura que el mismo Freud atestiguó. Es claro que cada iteración de la crisis occidental no es una simple repetición del origen; lejos de la repetición fractal, hay fracturas que se han profundizado y se anuncian mutaciones en lo social y psíquico con consecuencias aún inciertas, como el papel central de la búsqueda narcisista, la exaltación de los objetos parciales y el elogio del mal como horizonte cínico en el ejercicio del poder, para dar unos pocos ejemplos.

Así, el descubrimiento freudiano es aún vital en tanto pregunta y ejercicio; Freud, atravesado por la lenta caída de un Imperio que dio sentido a Europa, la proverbial Kakania de Musil, el inicio de un antisemitismo que culminaría con con los hornos nazis, una pandemia, una pandemia precisamente, que arrebataría millones de vidas, pero también a los movimientos libertarios que modelarían las luchas sociales del siglo XX, al intento de invención de una mujer y un hombre nuevo que no terminan de aparecer, ese Freud sigue vigente como fuente para preguntarse la constitución subjetiva y la construcción intersubjetiva. Es por esta razón que seguimos considerando a la obra freudiana como centro de formación de los analistas, pero sin que se convierta en libro sagrado en los que se abreva en la verdad última. Es eje para preguntase sobre la constitución de ese evanescente ser humano actual, es pregunta constante para evitar la salida metafísica o dogmática. El Instituto de Formación de la SPM se caracteriza por una pluralidad relativamente inusitada, donde conviven distintas escuelas psicoanalíticas. El riesgo de la Torre de Babel bien vale la pena por lo que ganamos: jóvenes psicoanalíticamente políglotas versados en escuchar y preguntarse.

2. ¿Como mantener la palabra circulando más allá de la dramática del contagio de los

 cuerpos? ¿De qué forma sensibilizar a los analistas en formación para la escucha entre lo que atraviesa la subjetividad y los acontecimientos sociales?

Empezaría por la segunda parte: estoy convencido -porque lo compruebo a diario en mi consultorio- que los jóvenes analistas en formación saben del vínculo que atraviesa lo social y lo subjetivo, la institución no tiene que adoctrinar a nadie en este sentido -ni en ninguno-. Ahora bien, una de las vertientes del psicoanálisis contemporáneo, el intersubetivismo derivado de la teoría del campo y el poskleinismo, aborda con facilidad la intersección entre lo social y lo psíquico, entre lo psíquico y la “dramática de los cuerpos”, vértices complejos y en algunos casos contradictorios de la constitución subjetiva. El trabajo institucional supone entonces recorrer dos caminos: dotar de elementos teóricos-clínicos para entender vértices antes mencionados a la vez que se mantiene una clínica psicoanalítica a precios preferenciales para los sectores que no pueden pagar tratamiento privado.

3. En su experiencia, ¿qué efectos tiene la ruptura de la ilusión de que el analista no padece

las mismas dificultades que el analizado, como sucede con la pandemia actual del coronavirus? ¿Cuáles son las implicancias clínicas y de qué modo transmitir o practicar el psicoanálisis en tiempos de crisis?

Empezando por la primera parte de su pregunta, la dominancia del mito de del analista como Esfinge totémica hizo que se olvidara que el psicoanálisis -como dije- nació y se estableció en plena crisis generalizada de lo social, la caída de los imperios, la Primera Guerra Mundial, los movimientos libertarios… implicaron tanto analista como analizando. Así, la matriz original disciplinar supone el reconocimiento que lo convulsivo e incluso lo traumático son eventualidades del vínculo analítico. Lo que no se sostiene es la idealización del analista más allá del campo de lo social, pero sostengo que esa figura es invento de ciertos psicoanálisis y no es patrimonio necesario de toda la disciplina. Lo singular de la crisis sanitaria actual pasa por la necesidad del análisis a distancia que no estaba aceptado como análisis didáctico por la IPA. Sin embargo, Virginia Ungar y el equipo que la acompaña pronto respondió aceptando dicha modalidad recurriendo a una cláusula de emergencia que ya existía. Así que en estos términos se asegura la formación y análisis didáctico. El problema radica en asegurar la calidad del análisis a distancia, tanto el recibido por los analistas en formación como el que ellos ejercen. Sostengo que las plataformas virtuales son vías capaces de plantear transferencias analizables y por lo tanto son medios válidos para ejercer el psicoanálisis. No se trata de suponer que todo deba seguir igual, el análisis a distancia tiene formas propias de ejercerse que se deben enseñar y ejercer, no podemos intentar un desdoblamiento mecánico de nuestros consultorios en el espacio virtual pues es un esfuerzo condenado al fracaso. La virtualidad no significa irrealidad, pero sí significa que el espacio transicional del consultorio y su constitución como matriz y continente requiere de ciertos esfuerzos conceptuales y técnicos que deben de aprenderse y enseñarse en nuestros institutos.

4. En su país o en su sociedad ¿Cuáles medidas están siendo adoptadas para sostener los lazos sociales en tiempos de aislamiento social? ¿Cuál es el rol del Instituto de Psicoanálisis en este momento?

Hay que mencionar que en México el psicoanálisis fue sistemáticamente sacado de las instituciones de salud y atención social, lo que ha llevado que no exista una presencia significativa de psicoanalistas en la definición de políticas sociales. Sin embargo, hemos emprendido importantes proyectos de atención comunitaria, entre el que destaca en la crisis actual un centro de atención gratuito vía telefónica. Falta mucho por hacer y aunque sabemos que hay países donde el psicoanálisis tiene una pertinencia social relevante, como Argentina, Brasil y Uruguay, ciertamente la tendencia mundial es lo contrario, pues las instituciones del poder suelen preferir disciplinas funcionalistas y adaptativas para atender lo que consideran “problemas mentales”. Sería trascendente que analistas en formación e instituciones psicoanalíticas emprendieran una labor coordinada para abrir nuevos espacios en el campo social. Esta crisis podría ser una oportunidad.

5. ¿Cuáles son las medidas que están siendo tomadas en su Instituto para cuidar a los analistas en formación? ¿De qué manera el Instituto ayuda a los analistas para continuar la formación manteniendo el análisis personal, supervisiones y seminarios teóricos?

Se han trasladado todas las actividades formativas a plataformas digitales y se sostendrá esa decisión hasta que las autoridades sanitarias lo señalen. También, amparados en la aprobación realizada por la IPA, el análisis didáctico se realiza en línea y hemos promovido dicha modalidad como forma en que los analistas en formación realicen su trabajo clínico, y aceptamos las horas en línea como horas de supervisión oficial.

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