Desde las distintas áreas de la Directiva de FEPAL, desde las diferentes sociedades e institutos, continúa creciendo el entusiasmo y se incrementa el trabajo en la preparación del 33º Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis que tendrá lugar del 21 a 23 de setiembre de 2020
Las intenciones de trabajo continúan llegando y abren en abanico múltiples propuestas en relación a los diferentes ejes que estructuran un nuevo y original modelo que convoca al debate e intercambio desde el psicoanálisis con las diferentes disciplinas, la cultura, el arte, las zonas marginales de nuestras sociedades y la Universidad entre otras.
Es evidente que cada Congreso ha recogido las inquietudes, problemáticas y desafíos del contexto socio-cultural en el que se ha desarrollado, pero tal vez hoy a diferencia de otros momentos , nos encontramos con una A Latina convulsionada , con estallidos de violencia que afectan el tejido social produciendo efectos en diferentes estratos sociales de nuestra región y que al modo de lo ominoso, parecen retrotraernos a los tiempos dolorosos de un pasado reciente.
Animarnos a atravesar fronteras en estos nuevos tiempos que estamos transitando y que nos enfrentan a lo inédito y desconocido, implica poner en cuestión, para poder volver a interrogarlos, los conceptos fundamentales que sostienen nuestro paradigma así como los efectos que este posicionamiento pueden tener sobre las diferentes prácticas.
El énfasis puesto en hacer de este Congreso un espacio plural que habilite la amplia participación de interlocutores válidos provenientes del “extramuros”, convocando a pensadores de la cultura, la sociedad y la política, es una oportunidad y también un desafío para continuar pensando nuestro rol como analistas, nuestro modo de transitar por los diferentes espacios, nuestra capacidad de diálogo con la interdisciplina y de trabajo en las zonas marginales de nuestras sociedades, con aquellos que F. Fanon supo llamar “los condenados de la tierra”.
Desafíos entonces que nos llevan a volver a pensar sobre nuestras prácticas clínicas. Porque ¿que entendemos en la actualidad por práctica clínica fuera de los institutos e instituciones? ¿En que consiste el trabajo analítico cuando salimos del ambiente protector de nuestras sociedades, lugares en los que dialogamos desde supuestos básicos compartidos? ¿Cuáles son los límites a los que nos enfrentamos? ¿Estaremos tan distantes del contexto político cultural que a Freud le tocó vivir: la guerra, la crisis económica, el ascenso del nazismo, el racismo creciente? Situaciones todas, que empiezan a perfilarse en nuestro continente, al que se suman en estos tiempos amenazas apocalípticas del fin de los tiempos que se alejan de las otroras creencias religiosas para hundir sus raíces en realidades científicas y concretas en relación al cambio climático y a la destrucción y desforestación de los “pulmones del mundo“.
Y estas nuevas realidades ¿nos conciernen como analistas? ¿Tienen algo que ver con nuestra disciplina, tendremos que tomar posición frente a ellas o dejaremos la responsabilidad a las muy jóvenes generaciones? ¿Permaneceremos silenciosos individual e institucionalmente frente a las marchas y denuncias contra la homofobia, la destrucción del Amazonas, la desaparición en México de un grupo de estudiantes asesinados, o los niños separados de sus padres en la frontera con México, los Derechos Humanos?
¿Acaso el psicoanálisis no puede aportar su mirada y reflexión dando una comprensión del sujeto que ayude a entender las dinámicas psíquicas en juego, como herramientas con las que se puedan enfrentar estos tiempos que parecen acercarse a los tiempos de barbarie? Se puede prescindir del diálogo con la cultura sin que se afecte el campo analítico? Preguntas todas, a las que podemos adherir citando a J.B. Pontalis, quien parte de la base que no hay cultura concebible (¿tampoco la psicoanalítica?), sin creencias absolutas, y agrega “Es mejor entrar en debate que mantenerse al margen, porque la cientificidad exhibida sólo apunta a imponer silencio”.
Son estos algunos de los ejes, entre muchos otros, que a mi modo de ver podrán ser desplegados en los diferentes espacios del Congreso. Seguiremos pensando no sólo en las fronteras del psicoanálisis en nuestra convulsionada región, sino también en el compromiso ético que en lo individual y en lo colectivo, nuestras sociedades tienen o deberían tener frente a los fuertes desafíos de este tiempo, marcado por la caída de las utopías y los discursos solidarios, referentes identitarios que guiaron nuestros ideales. Al mismo tiempo nos encontramos muchas veces desprovistos de herramientas para abordar los nuevos referentes simbólicos, lo impensado, desafío que nos lleva a seguir transitando, interrogando e investigando los clarooscuros de nuestro paradigma.
Estamos entonces enfrentados a pensar lo que es y no es psicoanálisis, no sólo desde un afán descriptivo o clasificatorio, sino desde la necesidad de seguir descubriendo y apostando al “valor transformador de los conceptos” , como bien lo expresaba Julia Kristeva, en la apertura del último Congreso de la IPA en Londres.
María Cristina Fulco
Enero de 2020