Entrevista con Gladys Franco

Por Tiago Mussi

La entrevistada de esta columna es Gladys Franco, que es la actual presidenta de la Asociación Psicoanalítica Del Urugay (APU). Así se define a sí misma: “En el campo, donde sobreviví a la infancia, se gestó la neurosis que me orientaría a transitar los caminos de la cura: el psicoanálisis y la literatura. Escribo poesía y narrativa. Practico el psicoanálisis. Vivo en Montevideo.”

  1. ¿Cuál es la relación entre literatura y psicoanálisis?

Pienso que hay una relación entre el Psicoanálisis y la Literatura afirmada en la naturaleza de lo Inconsciente, para cuya estructuración el lenguaje es determinante.

Tanto el Psicoanálisis como la Literatura son disciplinas aptas para la expresión y captación de lo inconsciente en sus múltiples manifestaciones y las que más claramente se ocupan de dejar constancia de que el humano es un ser (hecho) de palabras.

Lapsus,  sueños, síntomas y actos fallidos muestran en la vida cotidiana el discurso del deseo en permanente despliegue de intenciones cifradas que el análisis ofrece oportunidad de apalabrar, aproximar a la comprensión y transformar. 

Simultáneamente los seres humanos expresamos de diversas formas el dolor existencial consecuente a la capacidad de pensar,  capacidad  que nos permite saber de nuestra incompletud, división, soledad y finitud.  

El Psicoanálisis nos permite trabajar ese dolor esencial -que también sostiene el dolor de la insatisfacción del deseo-  en nosotros y con otros,  a través de la palabra.     

Y todas las particularidades posibles de lo humano están representadas en la literatura, arte que nos muestra todo lo bueno y lo malo de lo humano y nos permite reconocer vivencialmente, en la identificación y en el rechazo, incluso en el horror, aquello que hace parte de nuestra esencia.

  • ¿Cómo la literatura de ficción influencia su trabajo como psicoanalista?

Debe haber más de un tipo de influencia de la literatura de ficción sobre mi práctica como psicoanalista. La que me resulta más sencillo reconocer es la multiplicidad de asociaciones que provee a mi atención flotante. Con frecuencia los relatos de los analizandos me evocan escenas, personajes, situaciones que conozco a través de mi apasionada relación con la literatura. A veces la interpretación surge de esos enlaces. 

En otro plano, cuando escribo algo relativo a mi práctica no pretendo relatar con fidelidad lo acontecido, sé que como la transmisión de un recuerdo o de un sueño, los hechos han sido ya enlazados, mezclados y modificados y el producto final de mi escritura será psicoanalítico pero también literario. 

  • ¿Qué obra literaria o autor la ha favorecido más en ser creativa en su trabajo como psicoanalista?

Sería  injusto mencionar solamente una obra o un autor.  Para empezar elijo nombrar un género: la poesía;  y aunque tampoco es fácil explicar cómo opera sobre  mi trabajo como psicoanalista, su influencia es una vivencia persistente.   La creatividad en un análisis es algo que crece junto con el analizando, en base a factores transferenciales inéditos en cada caso.  

Un analizando inmerso en el profundo sufrimiento de la pérdida de una persona amada, hablaba un día en sesión -con la vivencia perturbadora de estar loco-  acerca de la sensación de “escuchar” la voz de la persona muerta.  El inicio de “Voces” de Kavafis dice: “Amadas voces ideales/de aquellos que han muerto, o de aquellos/ perdidos como si hubiesen muerto./ Algunas veces en el sueño nos hablan,/ algunas veces la imaginación las escucha”…  Algunas veces los poetas interpretan mejor lo insostenible del dolor psíquico, sin intentar psicopatologizarlo.  

Muchas veces,  especialmente cuando por efectos de transferencia me  encuentro trabada, o siento miedo,  algún poeta, alguna estrofa, algún título viene  en mi auxilio y en auxilio del trabajo analítico.  Así como en el ejemplo anterior llegó Kavafis,  evoco otra situación en que una pregunta acerca de un muy prolongado silencio en una sesión, fue respondida por el analizante con más silencio.  No parecía un silencio elaborativo sino angustioso e incluso ominoso, que me envolvía.   Entonces  “de improviso”  se presentificó en  mi mente esta secuencia: “pienso en tí/ de improviso/ sin embargo/ cuanto más me denigro y desconsuelo…”  

No pude nunca reencontrar esa versión  (si es que corresponde a una traducción reconocida del soneto XXIX)  lo que sí  recuerdo, con gratitud, es que la intervención shakespiriana  permitió que me reubicara  en la función analítica. 

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