Detalle de la portada del libro “El obsceno pájaro de la noche”, de José Donoso
“El creador literario, como el/la psicoanalista y, por supuesto, el/la psicoanalizando/a, tienen la oportunidad de explorar desde su profunda intimidad universos casi infinitos; y ambos, terminamos expresando estos universos, a través de narrativas y discursos que maniobran con palabras escritas u orales, algunas veces insinuadas en forma de virtuosa, organizada y coherente prosa; otras de poluta, caótica y quebrada poesía.”
Entrevistamos Luis Germán Dávalos, antropólogo y psicoanalista en formación de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis, con ejercicio en su práctica privada. Luis además, se ha formado en estudios de genero y manejo comunitario de recursos naturales y actualmente se desempeña como coordinador de la estrategia de pueblos indígenas e infraestructura sostenible en The Nature Conservancy Perú.
Entrevistado por Maria Alejandra Giraldez (alegiraldez@hotmail.com) y Vero Vigliano (avevig@hotmail.com)
1 – ¿Cuál es la relación entre Literatura y Psicoanálisis?
Algunos dicen que el psicoanálisis es, en realidad, una forma de sofisticada literatura. No estaría tan en desacuerdo con este veredicto, si se me permite la doble -y lúdica- negación; solo habría que volver a endosarle a la literatura algo que le está ya, en realidad, bastante acreditado: su estatus de dispositivo generador de asombro, conmoción, conocimiento y placer. Claro, ya en sus formas concretas, tanto la literatura como el psicoanálisis se constituyen en espacios y tiempos en los que uno puede sumergirse en cualquier punto de la extensa gama de emociones e ideas existentes. El creador literario, como el/la psicoanalista y, por supuesto, el/la psicoanalizando/a, tienen la oportunidad de explorar desde su profunda intimidad (probablemente con un guiño más introspectivo, para el caso del primero; quizás con un gesto un tanto más vincular, para los dos segundos), universos casi infinitos; y ambos, literatos y psicoanalistas, terminamos expresando estos universos, por último, a través de narrativas y discursos que maniobran con palabras escritas u orales, algunas veces insinuadas en forma de virtuosa, organizada y coherente prosa; otras de poluta, caótica y quebrada poesía.
2 – ¿Cómo influye la Literatura de ficción en su trabajo como Psicoanalista?
De diversas formas: probablemente la más importante es que influye en mí como podría hacerlo cualquier eficiente mecanismo de huida, casi como de evasión, ofreciéndome lo que espero -o deseo fervientemente al final de un día cualquiera- sea un simple pero necesario respiro; aunque la literatura contenga esa cruel paradoja que consiste en dejarlo a uno sin oxígeno, y termine siendo, de ordinario, nada más o nada menos, que un atractivo ardid, un aparente refugio cínico que nos regresa, una y otra vez, a esas extraordinarias complejidades de la vida. Pero, influye también como representante de una época (y me refiero no únicamente a un momento específico o coyuntural; sino a esa mirada de largo horizonte que casi solo la literatura puede ofrecer), un tiempo que contextualiza mi práctica clínica, que eventualmente contextualiza la narrativa de mis psicoanalizandos o, incluso, ¡mi propia narrativa! En más de una ocasión he recurrido a algún texto literario para expresar con mayor precisión mis devaneos mentales…
3- ¿Qué obra o autor de Literatura le inspiró a ser creativo en su trabajo?
Si entendemos lo de “creativo en mi trabajo” como condición más bien personalísima, creo que me inspiró considerablemente “El obsceno pájaro de la noche”, de José Donoso, que leí siendo universitario. Sin querer, esta pieza predestinaba los contenidos con los que mucho más tarde me vincularía de manera tan vocacional. La novela desarrolla un mundo colonizado por fantasías y ensueños; pero se empacha también de locuras privadas y de terrores extremadamente presentes. Lo “anormal” se aglutina en un pequeño universo social, y lo aberrante es ley. Se instala en el lector un mundo tomado por fetiches, obsesiones y paranoias. Y la singularidad de mostrar la realidad, y ser sentida y leía por mí como lector, de esa exacta manera: como algo real, a través de personajes repulsivos y bestiales. Es una novela exigente, dolorosa y penetrante. Todos sus elementos se estructuran como lo hace la forma básica de la materia: en el recinto en el que ocurren los hechos (si cabe nombrar así a los acontecimientos narrados), los múltiples electrones de lo social y lo individual circundan a los protones y neutrones de “lo común y lo privado”, como indivisible unidad. Quizás de alguna forma experimento también así mi permanente tránsito entre ciencias sociales y psicoanálisis.
4.- ¿Cuál es el papel de la literatura en este momento de aislamiento social?
Creo que la literatura tiene un papel fundamental en este momento de cuarentenas pandémicas: extrañamente, es una de las mejores formas de volver a conectarse con el mundo “exterior”, incluso si se le experimenta solo a través del “interior” de las líneas, los personajes y las situaciones ficticias que nos trae en sus historias; o en la oralidad de los mitos y leyendas naturalistas y estructurantes que, en el Perú, principalmente el rural, son de tanta presente tradición. Pero, si vamos más allá de la ya producida y existente, además de ser vínculo con ese mundo percibido estos días como “el más allá”, la literatura tiene en este encierro la oportunidad de dejar constancia alegórica de lo que viene aconteciendo, de exhibirlo a su antojo, en su crudeza o en su belleza; de hacer de esta condición de reclusión una metáfora que publique -y denuncie- mejor que cualquier otro módulo cultural, la condición ya hondamente aislada del ser humano actual; o recree de manera figurada nuestros -las más de las veces, improductivos- esfuerzos por reconectarnos.
5.- ¿Pudiera recomendarnos literatura para niños y adultos que pueda ser de interés durante el aislamiento social?
Para niños pequeños, sin duda, los cuentos de León Tolstói: son cautivantes y de extrema simpleza y sensibilidad. El universo de emociones, sentimientos e ideas más elementales y primarias puestas al servicio de un mundo rural, animista y todavía poco mediado, poco artificial. Tolstoi inventa espacios en los que un águila, un león, un perro o un oso pueden encarnar con enorme fluidez -y con aparente trivialidad-, fracciones elementales de la complicada vida doméstica de los seres humanos. Con estos cuentos es imposible no conectarse con uno mismo -y con los demás-, y demostrarlo concediendo sollozos.
Para adultos, recomendaría “El hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura: un feroz y muy bien informado fragmento de lo que debería ser leído como una reivindicación histórica; la detallada recreación del asesinato de otro León, Trotski, que convierte al genial dirigente de la revolución rusa y a su homicida, en inevitables víctimas del intento desviado y fallido de una cruel modernidad.