- Doctora en Educación
- Licenciada en Psicología
- Analista Institucional
- Consultora en políticas de infancia y adolescencia para organismos nacionales e internacionales
- Docente de la Administración Nacional de Educación Pública. Uruguay
Autora de:
- Lo insoportable en las instituciones de protección a la infancia. Azafrán. Montevideo. 2016
Co-autora de:
- Adolecer lo común. Ministerio de Desarrollo Social. Uruguay. 2017
- Trabajar en instituciones los oficios del lazo. Buenos Aires. NOVEDUC. 2017
- Saberes en los umbrales. Los oficios del lazo. Buenos Aires. NOVEDUC 2018
- Las instituciones saberes en acción. Buenos Aires. NOVEDUC. 2019
Hemos observado en algunos países de América Latina la insistencia en reducir la minoridad penal como medida de seguridad pública. Sin embargo, sabemos que esto no reduce la criminalidad ni tampoco rehabilita a estos sujetos hacia la convivencia social. ¿Cómo hacer que las sociedades tomen conciencia a este respecto?
Siempre tengo muy presente, cuando se trata de pensar estos asuntos, la obra de D. W. Winnicott, y sus invalorables aportes acerca de la tendencia antisocial de niños y adolescentes.
En particular, su referencia a la existencia en las sociedades de sentimientos públicos inconscientes de venganza. Señaló en más de una oportunidad que los niños y adolescentes que cometen delitos y constituyen para la sociedad una molestia, suscitan en una parte de ella dichos sentimientos de venganza, y entendía que la ley tenía una función crucial en poner límites a esa venganza inconsciente y por eso mismo ciega.
El trabajo con los sistemas penales juveniles contemporáneos en la región nos permite llevar aún más lejos la hipótesis de Winnicott, para decir que ciertas prácticas que se han acuñado en el sistema institucional y en la sociedad en su conjunto hacia los adolescentes bajo el título de rehabilitación constituyen en muchas oportunidades el brazo ejecutor de esa venganza pública inconsciente y ciega.
Distintos relatores de Naciones Unidas y en caso de Uruguay la actual Institución Nacional de Derechos Humanos e investigaciones recientes no cesan de informar acerca del trato inhumano que muchos adolescentes reciben, con encierros de 23 horas diarias, prácticas de castigo instituidas, edificios denigrantes, etc, siguen constituyendo el paisaje del tratamiento penal de los adolescentes que comenten delitos en nuestros países.
Creo que lo primero es continuar las luchas institucionales para modificar por dentro esos sistemas, que deben encontrar nuevos paradigmas y nuevas concepciones, pero de mi parte y siguiendo un poco las enseñanzas de Winnicott no creo que podamos evitar la existencia de grupos en la sociedad que promuevan y crean en la venganza, pero sí creo que estamos llamado a luchar para que las instituciones que tratan con estos adolescentes se constituyan como espacios pedagógicos, contenedores, y generados de nuevas oportunidad y eviten ser ellas el brazo ejecutor de la venganza pública.
Sabemos que hay problemas específicos que afectan la Infancia y Adolescencia en América Latina; ¿ustedes cuáles señalarían como prioritarios y qué instrumentos han sido propuestos para intentar modificar/mejorar las perspectivas de vida de los niños y adolescentes?
En América Latina las desigualdades sociales hacen estragos en la infancia. De más en más vamos siendo conscientes de hasta qué punto las violencias estructurales propias del neoliberalismo producen cadenas de violencia que las vemos en las familias, comunidades, instituciones y en el lazo social en un sentido amplio.
De modo que hay una prioridad irrevocable si queremos contribuir con la infancia y es la lucha por sociedades más igualitarias, más justas, más distributivas.
Pero más específicamente esa lucha contra la desigualdad extrema y crónica de nuestro continente se liga con servicios públicos de calidad que se ocupen de atender a las infancias y adolescencia. El mejoramiento del trato social que se hace de niños y adolescentes es un punto clave en la agenda de la región.
Hay problemáticas específicas que urgen por lo dramático de su estado: los sistemas de protección a niños, niñas y adolescentes que pierden o ven interrumpidos los cuidados parentales, en todos los países hay problemas serios en la protección adecuada de esta población; los procesos migratorios que están creciendo en el continente; los sistemas penales juveniles; la atención al sufrimiento psíquico por sistemas de salud que superen el paradigma de la psiquiatrización y medicalización que ha mostrado ya su límites, limitaciones e inadecuaciones.
Hay mucho por hacer por la infancia y la adolescencia de América Latina y es necesario encontrar los caminos sociales y políticos para llevar adelante importantes procesos de transformación que pongan a los niños y adolescentes singulares en el centro de las decisiones político técnicas.