CV19. Nuevos desafíos para niños y padres. Y ahora, salimos de casa?

Lic. Mirta Itlman

Contribución al Proyecto Educreando Binacional

Primero fue  la sorpresa, el cambio, la transición inesperada. Luego vinieron las explicaciones “Lávate las manos”, “No se puede salir”, “Es peligroso”, “Es contagioso”. “No tienen que ir al Colegio, nos quedamos todos en casa”.  Distanciados de familiares, de sus lugares de recreación, de los amigos, de los cumpleaños…  los niños guiados por sus cuidadores, enfrentaron grandes cambios en poco tiempo. Un nuevo ritmo de vida, de forma de relacionarse y alejados de los espacios compartidos.

Muchos aceptaron la situación de no poder salir y se sienten a salvo, protegidos en sus casas, lejos del  peligro del afuera “Me gusta estar más tiempo con mi mamá” “Está bueno estar en casa, juego más con la play “, otros lo viven como un gran encierro. “Es como estar en la cárcel.”

 El coronavirus impacto en la mente y sentimientos de los más pequeños.  Si bien cada niño y joven reacciona de manera diferente los sentimientos, pensamientos y comportamientos se intensifican en función de esta nueva realidad. Las características personales se exacerban al igual que las reacciones en las relaciones interpersonales. En la clínica con niños  observamos  una variedad de sentimientos: ­ desconcierto, frustración, enojo, ansiedad y tristeza. Esta gama de emociones son reacciones esperables dadas estas circunstancias y no deben ser consideradas patológicas.

 La mayoría de los niños ante esta nueva realidad sienten o han sentido miedo. Miedo como un estado  emocional de alerta ante el peligro, una señal de alarma y protección que los resguarda de aventurarse a situaciones que no se sienten preparados para afrontar.

 Ante  la posibilidad de salir algunos pequeños reaccionan inmediatamente a los cambios, no los cuestionan, se adaptan e inclusive les gusta,  a otros les lleva más tiempo y pueden sentirlos como  una amenaza contra la propia estabilidad emocional.  Estas situaciones  adversas se afrontan si se tiene el sostén de un ambiente seguro y protector. Si las personas a cargo  son  comprensivas y contienen  las emociones y reacciones del niño,  éste se verá beneficiado, sus miedos y ansiedades disminuirán y las salidas que temían pueden convertirse en curiosidad. Si es juzgado, no escuchado u obligado a enfrentar la situación cuando no tiene los recursos psicológicos para manejarla se cerrará y no podrá compartir sus sentimientos.

Recordemos que los niños tienen la posibilidad de superar sus temores si pueden decir los que les pasan y  tienen a alguien a quien contárselos.

 Los pequeños son observadores y sensibles  a los adultos significativos para ellos, detectan el clima emocional de quienes los rodean sea por sus expresiones, tono muscular, tono de voz o manera de respirar. Los adultos somos sus mundos, nos imitan y se identifican  captan si estamos preocupados, temerosos o felices de poder volver a transitar las calles. En este sentido antes de aventurarse a salir es necesaria una mirada introspectiva personal de cada adulto: que siente, que piensa, que dudas tiene ante esta posibilidad. Tomarse tiempo para reflexionar. El manejo de nuestras propias emociones es indispensable para poder diferenciar lo propio de aquello que aqueja al niño y poder ponerse en su lugar.  Desde ahí es donde les podemos transmitir seguridad. También es importante revisar  que les hemos dicho y como al comienzo de la pandemia. Sabemos que algunos mensajes los emitimos de manera consciente y otros son inconscientes, los niños perciben tanto lo explícito como también lo no dicho.

Observemos que significado le da cada niño al coronavirus prestarle atención a las preocupaciones  individuales, que les causa ansiedad o miedo. Los padres o cuidadores deben estar atentos a los potenciales signos de resistencias para salir sin menospreciar sus sentimientos, estigmatizarlos o criticarlos “Pensé que eras más valiente” ““Deja de pensar pavadas”. Escuchemos sus propias interpretaciones, lo que imaginan.  “El corona es un mounstro que recorre las calles, una araña gigante con patas pegajosas que se mete en el cuerpo”

 Sabemos la importancia que tiene para la salud mental la estabilidad y aquello que podemos predecir por eso es recomendable anticiparles  la transición de todos en casa hacia el poder salir  adaptando la explicación según las edades.

Pero como detectamos la negativa  a salir?  Están preparados para el cambio? Algunas señales nos indicarán si el miedo o la ansiedad están latentes.

Los niños pequeños lloran más de lo habitual, necesitar estar más tiempo  en brazos de sus padres. El temor a los extraños se incrementa,  están más irritables y pueden presentan  dificultad para comer y dormir.

A los deambuladores  se los  nota contrariados, molestos, enfadados, ansioso o retraídos con miedo a separarse de sus cuidadores, quizás vuelvan a tener comportamientos que ya habían dejado: hacerse pis, hablar como bebes, estar más caprichosos y demandantes.

Pueden asustarse al ver los barbijos ya que desde pequeños miran las caras para buscar señales de seguridad y al no poder verlas en su totalidad no encuentran el sostén que los calme, los gestos familiares, las sonrisas amigas. Para ayudarles a que lo nuevo sea tranquilizador  pueden practicar ponerse los cubre bocas, mirarse al espejo, pintarlos, jugar a que son superhéroes con máscaras.

Entre los  7 y los 11 años observamos dolores corporales, tristeza, temor, desánimo enojo  o negación de lo que está pasando. Encontramos dificultades para concentrarse o estan hiperatentos y con excitación psicomotriz. Al salir pueden querer volver enseguida a sus casas.

  Vemos a los adolescentes ansiosos, discutidores  cuestionando a los adultos y las normativas, se enojan y aíslan. Prefieren compartir sus sentimientos con los pares. “Mis amigos no salen, porque tengo que salir YO” “Que aburrido salir sin amigos” Otros encuentran un lugar, un espacio intermedio donde ir superando el miedo: ni afuera ni adentro “No sé si salir… veo todo desde el balcón… lo voy a pensar”.

 Si logramos mirar las transiciones y cambios con los ojos de los niños y jóvenes les daremos la base de seguridad necesaria para la autoconfianza  y la posibilidad de que las nuevas experiencias, por más inesperadas y abruptas  que sean, no se conviertan en traumáticas.

Psicóloga y Psicoanalista de niños y adolescentes

Miembro de la Comisión Directiva de APdeBA

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