Comentario a la entrevista con Virginia Ungar [ 1 ] – por Mónica Santolalla

Mónica Santolalla

Desempolvar la memoria del movimiento Psicoanalítico en América Latina, pasarle el cepillo a contrapelo como sugería Walter Benjamín, pareciera ser la consiga de este convite hecho por OCAL-FEPAL, una propuesta para el debate crítico de nuestra propia historia en tanto psicoanalistas.

En una excelente fundamentación, las nuevas generaciones de psicoanalistas latinoamericanos abrevan del pensamiento derrideano acerca de una continuidad rota, fisurada, entre lo que se archiva en la historia, sus olvidos y actualizaciones, poniéndolo en tensión con las contribuciones de Freud en relación con la verdad material e histórica.   

El movimiento que generan OCAL y FEPAL con esta propuesta nos ubica en una posición muy particular a los psicoanalistas de esta región, pues nos coloca como lectores, pero también como protagonistas de la historia del movimiento psicoanalítico latinoamericano que se va construyendo.

Virginia Ungar acepta el desafío de jugar en los distintos escenarios que este juego (la entrevista) propone y lo hace sin coartadas, como sugería Jacques Derrida en Los Estados Generales del Psicoanálisis.

Desde las primeras líneas explícitamente posterga referirse a la base conceptual europea, sin renegar de ella. La genealogía es una buena manera de poner tope a las ideas de auto-engendramiento.

Virginia, con esa suave pero firme cadencia que la caracteriza opta por mostrarnos como el Psicoanálisis se fue sembrando en América Latina, donde la tierra, el clima, las comunidades, sus gentes y sus movimientos políticos, no fueron idénticos a los europeos.

La cosecha de esa época germinal tiene texturas, olores, colores, sonidos y nombres propios en el Psicoanálisis latinoamericano. Pichón Riviere, Marie Langer, los Baranger y muchos otros desfilan en la entrevista. Supongo que por un exceso de pudor no menciona a Horacio Echegoyen, otro memorable de estas latitudes.

Ya en la segunda pregunta, la entrevista se torna más incisiva, pues pone en diálogo y tensión, claramente, los procesos políticos de Latinoamérica con los modos de transmisión del Psicoanálisis en nuestra región.

Virginia Ungar señala que aún estamos viendo y agregaría viviendo, los efectos que los regímenes autoritarios generaron a lo largo de años y generaciones, marcando con contundencia que el acontecer político no es inocuo en la práctica psicoanalítica: “si no hay libertad de expresión, si no impera la ley y la justicia pasa a ser una estructura que no funciona, se toca lo más profundo y esencial de nuestra práctica”.

Alude al temor a la repetición en un mundo que recicla ominosos fantasmas, pero se entusiasma cuando apuesta por lo que el Psicoanálisis tiene para aportar, resaltando uno de los ejes más importantes de su gestión: API en la comunidad, claramente una propuesta superadora de los primeros esbozos de un psicoanalisis extramuros. En otra de sus conferencias[2], pero en idéntica dirección, Virginia había señalado que “el día que el Psicoanalisis deje de ser cuestionador va a ir a su declinación.”

Ahora bien, desde mi lugar de lectora, encuentro un vértice que pareciera a primera vista soslayado, y es el que alude a las repercusiones del autoritarismo en la formación de los psicoanalistas. Sin embargo y paradojalmente, acude a la memoria  aquella vieja canción de Simon & Garfunkel: The sound of silence, y que habla de lo susurrado en los sonidos del silencio. El susurro, lo susurrado, adquiere en este tema connotaciones diversas y polisémicas.

Roland Barthes sugería escuchar en el susurro del lenguaje el estremecimiento del sentido en tanto lo fijo, lo inamovible.  

Lo susurrado alude a ese instante donde se acercan la escucha y el silencio, la unión y el movimiento. Virginia en este sentido se parece a una gran susurradora, capta los intersticios, para finalmente marcar con contundencia la diferencia entre resistencias a los cambios dentro del Psicoanálsis de las fuerzas que se oponen al Psicoanálisis. Nos convida a todos a no confundirnos al respecto de esta diferencia fundamental que señala, “la tarea no es integrar y borrar las diferencias” sino trabajar con ellas,  con una presencia calificada y en diálogo permanente.

En un tiempo donde las tentaciones narcisistas identitarias convocan a hiperespecializaciones que pierden de vista finalmente lo subjetivo inconciente del ser humano, Virginia apuesta por un dispositivo psicoanalítico simple en su enorme complejidad, caja de herramientas como la llama, posición del analista, que dan cuenta de un Psicoanálisis vivo, y en movimiento.

Finalmente, en un juego exploratorio que nos invita a prepararnos al próximo congreso de FEPAL 2020, Virginia ensaya distintos vértices del concepto de Fronteras, ensayo exploratorio que constituye un homenaje al pensamiento como experiencia de riesgo, amor y belleza, tal como lo definiera Derrida en el libro “Y mañana, qué…”.

Virginia, en esta última parte de la entrevista, aún aclarando que no es experta, interroga y cuestiona con coraje distintos rostros de nuestro tiempo que “atentan contra los procesos de subjetivación”, señalando con este movimiento el norte de un Psicoanalisis que pueda seguir ayudando a mitigar el sufrimiento mental e intervenir con otros en los efectos del malestar social que nos atraviesa.


[1]  Resenha realizada por Mónica Santolalla, miembro efectivo de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba.

[2] Ungar,Virginia: Conferencia en el Congreso de FEBRAPSI en Belo Horizonte: Vida institucional: (in)confidências e estranhamentos, publicada en: Docta, Revista de Psicoanálisis. Córdoba 2019.

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