Foto: Cortesía de Winnicott Trust y Wellcome Collection (Londres)
En medio de una pandemia tan grave y una cuarentena necesaria, la Comisión de Infancia y Adolescencia de FEPAL desea expresar su afecto y solidaridad. En este sentido piensa que el aislamiento físico no implica aislamiento psíquico o afectivo. Más que nunca necesitamos estar unidos en defensa de la vida. Activos en la participación del mundo, podemos ser cuidadosos con los demás y tener una actitud hacia la desigualdad. Atentos a la salud psíquica, podemos abrir espacios de conversación con padres, educadores, adolescentes y niños.
Es importante explicar a los padres el significado de rescatar momentos “sin tiempo” y de intimidad con sus niños y jóvenes. Redescubrir los juegos en familia, sentarse en el suelo, conversar un poco, recordar cómo fueron sus infancias, sus juegos, sus actividades artísticas; contar historias con dramatizaciones estimulando a los niños para que imaginen nuevos finales, crear espacios de reunión nuevos y antiguos.
A través de estos espacios podemos tratar de aliviar los miedos, encontrar placer y alegría, bien sabemos que esto es fundamental para fortalecer nuestro sistema inmunológico. Este nuevo y aterrador desafío puede llevarnos a revisar las prioridades, nuestro conocimiento y las prácticas establecidas.
Los analistas de niños, atónitos ante la urgencia de tener que abandonar sus consultorios y los tratamientos in situ, se preguntaron qué hacer con sus pacientes niños, algunos de los cuales ni siquiera podían despedirse porque viajaban o estaban enfermos.
Muchos de nosotros pensamos lo mismo: ¿por qué no intentar usar Skype o WhatsApp para trabajar al menos los sentimientos de extrañeza del niño por lo que está sucediendo? Y así establecimos contacto con los padres explicando esta propuesta y cuando lo aceptaron comenzamos a encontrarnos virtualmente con los niños. Observamos que la transferencia, que sustenta la situación analítica con cada paciente, independientemente de la edad es capaz de extenderse a la nueva situación de tratamiento. Los niños presentaron diferentes respuestas, desde solo saludar al analista y poco después mostrar signos de querer terminar la situación, hasta niños que tuvieron una sesión con contenidos importantes de su realidad psíquica, incluidos algunos que solicitaron materiales que usaron en el consultorio. Cada uno se movió a su manera en las sesiones creadas en esta nueva configuración.
Es cierto que todavía estamos a tientas en el trabajo, utilizando nuestra experiencia como analistas dentro de un setting conocido y relativamente seguro para nosotros. Todavía no tenemos un cuerpo conceptual para apoyar este cambio técnico. Sin embargo, buscamos aliviar el sufrimiento psicológico de los niños cuya otra posibilidad sería la interrupción abrupta del tratamiento. Una colega narró la situación de un niño de cuatro años que estaba hablando con ella por Skype: Inquieto, de repente dejó caer una pregunta de la nada: ¿Qué está pasando? la analista le contó sobre la razón de todos estos cambios, asegurándole de que él y sus padres no corrían tanto riesgo, él escuchó atentamente, luego salió de la habitación y dejó su celular allí. Así cerró la sesión. Llegó la madre y el analista le informó que podían terminar la sesión en ese momento.
Esta y muchas otras situaciones de trabajo analítico virtual tendremos que compartir entre nosotros y pensar en los significados. Ciertamente entenderemos mucho más a posteriori, cuando en el futuro podamos repensar el trabajo realizado. Sin embargo, estar presente, aunque virtualmente, bien y vivo, para muchos niños puede ser fundamental en este momento muy angustiante. ¡Winnicott lo sabía!