Una nueva realidad

foto: Nelson Almeida / AFP

El mundo está enfrentado a una crisis sanitaria   global sobre la cual parece no haber antecedentes en la historia de la humanidad “civilizada”. Crisis sanitaria que se despliega en abanico  y va infiltrando en el correr de las semanas   los diferentes y variados espacios de nuestra vida cotidiana, sin respetar  clases sociales, edades ni zonas geográficas .

La incertidumbre, el miedo, la angustia, a veces la negación y desmentida, también la violencia, son algunos de los afectos y mecanismos de defensa que ponen a prueba el siempre inestable equilibrio entre las pulsiones de vida y muerte descritas por Freud y debatidas por algunos de sus sucesores.

Una primer pregunta, entre tantas, es la respuesta que podemos dar los analistas, sus sociedades e institutos de formación, frente al sufrimiento, la soledad   y el aislamiento que esta pandemia nos impone, en un intento de protección reaseguradora, cuya contracara es la privación de los vínculos familiares, sociales y culturales que comienzan a tener sus efectos disruptivos en el tejido social.

Son muchas las sociedades de Fepal, que extremando su capacidad creativa desde el camino de las nuevas tecnologías, se trate del Skype, el Whatsapp, las teleconferencias, tienden la mano a la comunidad organizando diversas actividades grupales e individuales.                                  La escucha, la orientación, el apoyo, la asistencia, son algunas de las formas de acompañamiento para una supuesta inserción en lo que podríamos llamar, esta nueva realidad en la que abruptamente y sin haber tenido el tiempo psíquico necesario de procesarla, nos encontramos todos, terapeutas y pacientes en el día a día de nuestras vidas y nuestro oficio.

 En lo relativo a los institutos, desde las tres áreas del trípode, se trata de continuar un tránsito proyectado desde un antes de la crisis, continuando en forma virtual el trabajo. Lo mismo sucede con las supervisiones, pero, ¿podríamos decir que todo “sigue igual”? ¿Y los análisis… y nuestra práctica más allá del trípode? ¿acaso la ruptura abrupta del encuadre en la que se encuentran paciente y analista, no empieza a producir efectos?  Elementos básicos del método como los son la asociación libre, la atención flotante ¿no se encuentran interferidos por las fallas no tan infrecuentes de la tecnología? El espacio transferencial ¿no está amenazado a veces de perder, en esta intrusiva nueva realidad fáctica, su carácter íntimo y privado? ¿Y la abstinencia, necesario motor del proceso, ¿no estará llevada al máximo de tensión en ambos integrantes de la dupla, exigiendo al analista, hoy más que siempre, para su cumplimiento, un intenso y permanente trabajo con su contratransferencia que lo proteja de posibles actuaciones?

Tal vez en estos nuevos tiempos, necesitemos las comunidades psicoanalíticas, acercarnos más e incrementar el diálogo, como modo de respaldarnos y de transformarse cada integrante, en un interlocutor válido, mientras esperamos que el tiempo de los abrazos, deje de ser únicamente virtual.

María Cristina Fulco

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