Entrevista – Virginia Ungar

1. El psicoanálisis en nuestro continente fue construido desde una base conceptual científica europea. ¿Cuál es su visión histórica sobre el movimiento psicoanalítico en América Latina? ¿Percibe algún impacto del contexto latinoamericano en las instituciones psicoanalíticas y en sus institutos de formación? ¿Nos podría hablar de eso?

Pienso que antes de referirme a la base conceptual, debo subrayar que el psicoanálisis latinoamericano nació gracias a la fuerza y el empuje de los pioneros que sumaron analistas que emigraron forzosamente de una Europa diezmada por el nazismo a los primeros psicoanalistas que provenían de la psiquiatría, la pedadgogía y otros campos de las ciencias sociales.

La primera sociedad de la API, la APA, que fue fundada en Buenos Aires  en 1942  es un buen ejemplo de lo que acabo de decir ya que los miembros fundadores fueron Angel Garma (español,que llegó de Alemania) Celes Cárcamo (argentino,que habia hecho la formación en Paris), Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichon Rivièrey Marie Langer,( austríaca, llegada ese año a la Argentina).

Por cierto que la base conceptual inicial era europea, centrada en Freud, no podría haber sido de otra manera. Luego, y basándose en las obra de Melanie Klein y también de Anna Freud, el psicoanálisis de niños tuvo un desarrollo tan importante en toda América Latina, que sigue aún asombrando a los estudiosos en Ciencias Sociales. Arminda Aberastury ha sido la pionera más destacada en esta área en la región y  así el pasicoanálisis de niños ha tenido una gran influencia en la pediatría, la educación y la cultura en general.

No es sencillo resumir la historia del movimiento psicoanalítico en América Latina, se fueron incorporando otras corrientes dentro del psicoanálisis y esto incluye un creciente  interés por la obra de Jacques Lacan desde hace unos cuarenta años.

También es cierto que se produjeron desarrollos que han trascendido la región como los de Enrique Pichon Riviére, José Bleger, Willy y Madeleine Baranger, David Liberman, David Rosenfeld y lo que podría llamarse la escuela de Psicoanálisis Vincular liderada por Isidoro Berenstein y Janine Puget.

A medida que fueron aumentando el número de traducciones, las ideas de los autores mencionados fueron apareciendo más en las referencias bibliográficas y fueron retrabajadas en otras regiones. Solo a manera de ejemplo, la teoría del campo de los Baranger ha sido tomada como base para posteriores desarrollos teórico, tecnico y clínicos.

Tambien la Biblioteca Virtual de Psicoanálisis (BiViPsil) ha hecho un aporte muy importante en la difusión de los aportes latinoamericanos.

Considero que es responsabilidad de los Institutos en la región incorporar las ideas de autores latinoamericanos en sus listas de lecturas y de todos nosotros, miembros y analistas en formación, llevar las ideas latinoamericanas por fuera de la Región.

2. ¿Cuáles son las repercusiones que los regímenes autoritarios tuvieron en la transmisión de la práxis psicoanalítica en América Latina? ¿Existe alguna especificidad en función de su contexto sociocultural?

Puedo hablar de lo que ha ocurrido en mi país, cuya historia está signada por más de un gobierno autoritario, mejor dicho por dictaduras.

Es bien conocida la historia del último gobierno militar entre 1976 y 1983 que  causó mas de 30.000 desaparecidos, por lo que solo voy a comentar que el campo de los que trabajaban en Salud Mental no solo no escapó a esta situación con analistas desaparecidos, algunos en los lugares de trabajo, sino que también obligó a una emigración forzada de muchos colegas.

El psicoanálisis trabaja con la verdad o en la búsqueda de la verdad en cada uno. Si en paía hay censura, si no hay libertad de expresión, si  no impera la ley y la justicia pasa a ser una esctructura que no funciona, se toca lo más profundo y esencial de nuestra práctica . Los efectos todavía están viéndose, hace falta tiempo para poder ver el impacto en una perspectiva longitudinal.

Los derechos humanos implican mucho más que esto que acabo de mencionar, abarcan la igualdad de oportunidades, de acceso a la salud y a la educación y al trabajo, entre otras condiciones.

También es cierto que habitamos hoy un mundo que hace resurgir con frecuencia los fantasmas de un pasado que no parece haber sido eliminado en todas sus dimensiones. Yo respeto mucho el concepto de memoria, el de “nunca más” pero también me parece cierto que hay que hacer un trabajo activo para que ese pasado horrible sea incorporado a una historia que, para pesar de muchos de nosotros, se repite y de manera creciente no solo en nuestra región sino en todo el mundo.

En este proceso el psicoanálisis tiene mucho para aportar y de hecho estamos intentando tener no solo una voz sino un alcance concreto, de ahí el programa API en la Comunidad, con sus comités de Educación (en todos los niveles), Salud, Violencia, Naciones Unidas, Organizaciones Humanitarias, Cultura, con subcomités como el de Refugiados y Migraciones que hacen que los analistas salgamos de nuestros consultorios e instituciones para trabajar junto a los profesionales que enfrentan hoy en día realidades sumamente problemáticas.

3. ¿Cuáles serían las particularidades clínicas del tratamiento psicoanalítico de personas que sufrieron mecanismos represivos en regímenes dictatoriales (guerra, violencia, inmigración)? ¿Piensa que existe un encuadre específico para lidiar con traumatismo tan severos como la tortura?

No me resulta sencillo responder desde la perspectiva clínica  acerca del tratamiento con personas que han sufrido guerras, violencia o migración. Por una parte con cada paciente que atendemos, lo hacemos en su singularidad. Por otra parte, no me ha tocado atender pacientes que han sufrido la tortura  pero puedo decir que el encuadre no puede ser nunca algo fijo e inamovible sino que cada situación terapéutica es única y el setting deberá armarse cada vez que estamos ante un análisis. Ha habido aportes muy importantes sobre el tema como los de Valentín Barenblit, Marcelo Viñar, Janine Puget, María Lucila Pelento y Julia Braun, entre otros. Algunos de estos autores sufrieron de manera personal o con miembros de sus familias los efectos directos de las dictaduras militares y han logrado seguir pensando y publicando sobre el tema.

Con respecto a la pregunta, yo no pienso en términos de los aspectos formales del encuadre ( estos no son difícles de definir), sino en el encuadre internalizado que permite a un/a analista sostener un proceso analítico y sobre todo su propia actitud analítica. Cuando presenté el trabajo prepublicado del Congreso de la API en Boston, me referí a la caja de herramientas del analista, tomando este concepto de Foucault para referirme justamente a este tema.

Frente a situaciones de extrema violencia no es nada sencillo para el terapeuta sostener su actitud de escucha y receptividad y ser capaz de pensar antes que actuar, pero no puedo dar una idea de un encuadre específico, sólo que cada encuentro paciente analista tiene que tener la libertad de ser flexible pero no diluírse y no ser rígido de manera que puede expandirse según la necesidad de cada dupla a cada momento. Sabemos que situaciones traumáticas límite necesitan tiempo y espacio para poder desplegarse y el analista debe proveer estas condiciones.

4. ¿Cuáles son los impasses del psicoanálisis contemporáneo? ¿Qué es lo que el psicoanálisis puedo ofrecer a la sociedad actualmente?

Si yo hablara de impasse, tomando en cuenta un concepto muy estudiado y trabajado en Psicoanálisis por muchos autores, estaría admitiendo que hay una detención de un proceso y no creo que eso es lo que está sucediendo.

Desde el lugar que ocupo veo otro panorama, un psicoanálisis que está vivo, que se desarrolla, que tiene más en cuenta a los jóvenes profesionales, que es más cercano a las organizaciones de analistas en formación, con grupos que piden formación en lugares muy distantes de los centros clásicos del psicoanálisis y  que está mas cerca de la comunidad. El número de miembros aumenta, quizás lenta pero sostenidamente y actualmente la API tiene cerca de 13.000 miembros y 5.400 analistas en formación.

Esto  no quiere decir que no enfrentemos problemas internos y externos a nuestra organización.

Con respecto a los internos, hay siempre fuerzas que se resisten a los cambios pero si hay algo sobre lo que sabemos los analistas es acerca de las resistencias.

Tenemos que seguir en el camino de hacer escuchar la voz del Psicoanálisis en relación al mundo tan diifícil como lo es el que habitamos. Pienso que es precisamente ahí en que  se encuentra la clave para  seguir vigentes.

Las fuerzas que se oponen al psicoanálisis están en otros lugares, en las compañías farmacéuticas, en la políticas de Educación y de Salud Pública, como ejemplos. Es importante no confundirnos y seguir trabajando para que tengamos una presencia calificada y en diálogo permanente con otras disciplinas sabiendo escuchar lo que de otros campos nos pueden enseñar.

5. El próximo congreso de FEPAL 2020 tendrá como tema “Fronteras” ¿Qué Fronteras se podrían considerar en la clínica psicoanalítica actual y Desde que posición abordaría las fronteras psicoanalíticas?.

El término fronteras se ubica en un área muy sensible en nuestra época. Estamos conscientes  de la dura problemática que enfrentan millones de personas, incluyendo a la población más vulnerable del planeta como son los niños, en relación a la migración forzosa y la separación de las familias. Todo esto, si llegan a sobrevivir a condiciones inhumanas de traslados en estado de desesperación. Cruzar una frontera geográfica puede ser para millones de personas enfrentarse con la muerte. Y esto es muy serio.

El contraargumento de algunos gobiernos de que al rechazar la inmigración están cuidando los puestos de trabajo de sus habitantes es tan atractivo como falso. Hay otras maneras ligadas al funcionamiento de modelos económicos que estimulan la creación de puestos de trabajo. No soy experta en estos temas y no voy a entrar en detalles sobre esto.

Por otro lado la tan mentada globalización parece intentar borrar el concepto  de fronteras, de bordes. Ayudado por la revolución informática, esta idea  nos estimula a considerar que todos formamos parte de una globalidad a la que debemos sumarnos para no caducar. Pocas cosas atentan contra los proceso de subjetivación como los dos polos que mencioné recién.

También sobre este tema me siento inclinada a hablar desde el punto de vista de alguien que tiene la tarea de gestionar una institución tan grande y con tanta diversidad como lo es la API. Yo menciono esto con frecuencia: cada vez que hacemos una reunión online con las tres regiones de API a la que estamos sumando la posible cuarta región Asia Pacífico, hacemos malabarismos tales como estar en Buenos Aires y Río a las 8 de la mañana, en la Costa Este de Estados Unidos a las 7 para que un colega de Australia por ejemplo pueda estar en la reunión a las 21 horas de su país.

No se trata solo de horarios, son las lenguas, las costumbres, la cultura y la historia que marcan pueblos de distinta singularidad. Es una tarea inmensa respetar las idiosincrasias, las diferencias de oportunidades, los diferentes tipos de gobierno y de creencias. Yo pienso que la tarea no es integrar y borrar las diferencias, se trata de escuchar y debatir con respeto y poner a discusión las diferencias.

En la clínica creo que se puede utilizar la misma manera de pensar sobre las situaciones clínicas de la actualidad. Es muy sencillo apelar a etiquetas diagnósticas y hasta incorporar la palabra fronteras en una posible nosología de origen psiquiátrico. Podemos hacerlo para hablar entre profesionales o con otras especialidades pero no debemos perder de vista que tratamos con personas, únicas en su singularidad y siempre pensar en relación a un contexto social y económico.

No creo que haya fronteras para que el psicoanálisis siga ayudando a mitigar el sufrimiento mental. Y también a contribuir, en diálogo con otras disciplinas, a intervenir en los efectos del malestar social.

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